Palabras pronunciadas por S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo emérito de La Habana, en la inauguración de la “Expoemprendimiento 5º Aniversario”.

31/05/2017

S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino

Centro Cultural “P. Félix Varela”

La Habana, 24 de mayo de 2017.

 

Saludamos esta tarde a todos los participantes, sean emprendedores u otros invitados, a este evento  que conmemora los cinco años de existencia de esa especie de Cátedra de acompañamiento empresarial  que fue establecida como uno de los principales servicios a la sociedad cubana de este Centro Cultural “Padre Félix Varela”.

No debe resultar extraño que un Centro como éste, que enfoca su atención a la cultura de nuestro pueblo, se ocupe de economía, de producción o de servicios, pues el calificativo de “cultural” del Centro no indica un límite de su quehacer al campo de las manifestaciones literarias o artísticas de cierta envergadura. Esto traicionaría más bien el concepto amplio, actual y fundamental de la cultura como expresión propia y abarcadora de la realidad con sus múltiples aspectos, por parte de grandes o pequeños grupos humanos o de conjuntos de grupos humanos, conformando vivencias concretas y muy diversas.

Para comprender el amplio significado de cultura hagamos un poco de prehistoria. Cuando el hombre dejó de ser cazador y se asentó en tierras de recolección o de cultivo, encontró o cultivó algunos productos agrícolas con los cuales pudo sostener su familia.

Cuando en su número sobrepasaban las necesidades de su familia o de su clan, pudo dar ese “plus” a otros que carecían de esos frutos, a un tiempo que obtenía él los frutos que le faltaban y que tenía en demasía otra familia, otro clan, u otro grupo. Con el cultivo para consumir la propia familia o el clan, comenzó la economía. Con el intercambio de productos excedentes entre unos y otros, apareció el comercio. Y el nominativo cultura viene del verbo cultivar.

El cultivo de la tierra es el primer quehacer cultural del hombre que engendra economía y comercio. No es de extrañar que un Centro Cultural se ocupe de estos temas.

Me encontraba hace años en México y vi en el césped de un parque productos textiles de diversas formas y tamaños, de colores brillantes, en combinaciones contrastantes, y cuidaban, y en cierto modo proponían, en silencio al transeúnte aquellas obras de arte traídas desde Guatemala, país vecino desde donde viajaban a vender sus productos, hombres y mujeres de una etnia autóctona. Todo esto me explicaba un profesor mejicano que me acompañaba y me decía: no saben leer ni escribir, pero saben contar y crear esos colores con tintes muy propios y tienen como valor supremo la libertad de comprar y vender. Nadie se atrevería a prohibírselo. Había allí la manifestación de una cultura que nos mostraba la belleza, el arte manual, el modo libre de proponer su mercancía sin pregones, en silencio; así prepararon los tintes, así se sentaron a tejer con sus manos y sus pies, en silencio, esas telas que en grande bultos cargaron también silenciosamente en sus espaldas hasta llegar allí.

Pero esto que hace con su obra artística esta etnia americana es lo mismo que hacía en los orígenes el hombre cultivador con sus productos y lo mismo que, grabado en los genes de etnias y pueblos de todo el mundo, conforma  de modos diversos las culturas  de la humanidad, desde Escandinavia hasta las islas de la Polinesia.

El producir, el vender, el comprar, es la armazón que sostiene toda cultura con sus expresiones específicas, tal y como el esqueleto estructura, sostiene y armoniza el cuerpo humano y sus movimientos.

Por esto, un Centro promotor de Cultura como éste tiene que interesarse en lo que es raigal en la cultura: la economía, el comercio, el intercambio, la creatividad, la belleza, el bien social.

Y así nació este Centro, cuando comenzaron a darse varios signos alentadores en el campo de la economía cubana que parecía recobrar tímidamente ese ancestral impulso vital que le es connatural. Pero el factor que articula economía, producción y comercio es el trabajo humano, y es de ese imprescindible quehacer del hombre del que esencialmente se ocupa la cultura y nuestro Centro.

Tomando prestada, con autorización de su autor, el Sr. Felipe González Abad, repito una frase suya, casi lapidaria y de largo alcance: “El día que el presidente Raúl Castro dijo, haya trabajo por cuenta propia, se había producido ya un cambio radical en el modelo económico cubano”.

En efecto, el progresivo surgimiento de la iniciativa privada y el crecimiento del número de empleos en esta esfera en el ámbito laboral, van dando una fisonomía nueva a la vida nacional. Surgen iniciativas novedosas en el campo económico, el trabajador por cuenta propia ha ido asociándose en cooperativas, tanto para el trabajo agrícola como en el sector de pequeñas o medianas empresas productivas o de servicios de todo género.

Esto sucede también con la producción literaria y artística. Escritores, pintores, músicos, cantantes, venden sus obras o son contratados en distintas partes del mundo. Se crean conjuntos musicales o danzarios que alcanzan fama internacional. Los artistas plásticos y artesanos, como todos los anteriormente citados, alcanzan éxitos y buenas ganancias. También en el área deportiva los deportistas cubanos son contratados para equipos profesionales extranjeros, así como entrenadores y asesores deportivos cubanos que firman contratos en diversos países. Se está haciendo un cine comercial, con participación de cineastas y artistas cubanos y extranjeros en coproducciones cada vez más abundantes, y se comienza a hacer también un género de televisión comercial.

La Iglesia, que había vivido un despertar de su vocación de servicio en el campo humanitario y caritativo desde el llamado “Período especial” de los 90, ante las nuevas posibilidades que la renovación económica brinda al desarrollo cultural,  decidió crear en La Habana el Centro Cultural Padre Félix Varela.

Al construir un nuevo Seminario, este antiguo y emblemático edificio que desde el siglo XVIII había ocupado el seminario San Carlos y San Ambrosio recobraría su vocación inicial de aportar a la sociedad de su tiempo pensamiento, modernidad y disponibilidad al servicio de la comunidad de múltiples maneras.

Aquel Seminario, abierto en el siglo XIX a los laicos, había formado hombres de Ciencia, maestros, poetas, pensadores, y los hombres de bien que fueron los forjadores de la nacionalidad cubana.

Aquí enseñó el Padre Varela, hubo una Cátedra de Constitución ejercida por él. Él mismo introdujo el estudio de la Física como ciencia experimental. El Seminario San Carlos fue el centro de cultivo de un humanismo transformador de la cultura con raíces cristianas y ramas que se extendían a todos los ámbitos de la vida de los hombres y mujeres del siglo XIX.

Esa vocación de humanismo abierto y raigalmente cristiano está presente hoy en este Centro Cultural que, con tantos proyectos diversos, mira al bien de nuestros hermanos y de la nación en general.  

Y así se ha creado en este Centro una especie de cátedra de acompañamiento empresarial Cubaemprende para aquellos que desean establecer los más diversos tipos de microempresas de servicio, de gastronomía o aún de trabajos mecánicos, informáticos, artesanales o de cualquier género. Aquí se capacitan y escogen las mejores posibilidades para ellos, aprenden a cumplir sus obligaciones fiscales, y reciben una preparación económica que incluye una ética en valores humanos y cristianos sobre todo en responsabilidad social. Esta especie de cátedra económica está disponible para acompañar después a los nuevos emprendedores en sus primeros pasos y en sus desarrollos. 

Valor especial concede este Centro, en sus diversos servicios a los emprendedores, a la responsabilidad social, pues la Doctrina Social de la Iglesia, que inspira nuestra visión del trabajo humano y de la riqueza que produce, tiene una consideración muy específica de la distribución de esa riqueza. Hay en esta Doctrina Social un principio que los Papas del siglo XX han repetido siempre con respecto al uso de los bienes materiales: “Toda riqueza tiene un gravamen social”, porque existen los pobres, los discapacitados, los enfermos, aquellos que no pueden producir para tener, pero a quienes no podemos olvidar. Este es un principio fundamentalmente cristiano, pero que tiene evidentemente un contenido humano esencial.

Sé que esto les interesa, les preocupa sanamente y tratan de practicarlo ustedes de varios modos.

Este Expoemprendimiento es una magnífica e imprescindible ocasión para renovar esfuerzos, para relanzar proyectos y espero tenga el éxito que les deseo. Pido a Dios bendiga todo su quehacer.

 

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